Torreón de Puebla de Lillo (Foto: David Iriondo)
Torreón de Puebla de Lillo (Foto: David Iriondo)

Puebla de Lillo

Puebla de Lillo es una pequeña y acogedora localidad de la Montaña de León, situada a 1.136 metros de altitud, dedicada tradicionalmente a la ganadería y a la minería del talco, aunque volcada en los últimos tiempos principalmente hacia el turismo. 

Es además la cabecera de un municipio del mismo nombre, del que forman parte también las localidades de Cofiñal, Redipollos, Solle, Isoba, San Cibrián de la Somoza y Camposolillo, contando entre todos, en la actualidad, con poco más de 700 habitantes.

HISTORIA Y CULTURA

Los vestigios de castros y vías romanas pueden dar pistas sobre los orígenes de los primeros asentamientos en la zona, pero es de la época medieval, bajo el dominio de los Condes de Luna, de la que queda más huella, con el Torreón (hoy restaurado como Centro de interpretación de la Naturaleza) como edificio simbólico.

Fue también zona de “frente de batalla” durante la guerra civil española, de cuya huella quedan en el territorio trincheras, parapetos, fortificaciones y cuevas.

La cultura y el carácter de las gentes esta tierra viene determinada en gran medida por su situación geográfica y su orografía, como lugar de paso entre dos provincias, Asturias y León, a través de la Cordillera Cantábrica. Esto hace que aparte de los cultivos agrarios y la ganadería existiera  en el tiempo una vocación comercial, con la actividad de “arrieros” lo que conlleva una apertura a otras gentes y la hospitalidad hacia el transeúnte o veraneante fuera en la esencia de los habitantes.

Es también de cierto relieve su importancia como vía secundaria del Camino de Santiago, en su variante que cruzaba por San Isidro, donde existía un Hospital de Peregrinos, hasta San Salvador de Oviedo, a través de Miravalles en el concejo de Aller.

Deportes autóctonos como la lucha leonesa, los bolos o la tanga forman parte de las tradiciones, tanto como los ritos eclesiásticos cristianos (romerías a la Virgen de las Nieves, Rogativas a la Virgen de Pegaruyas etc) que probablemente fueran superpuestos sobre creencias anteriores de Cántabros y Asturies.  Cofiñal (Confiniare etimológicamente), viene precisamente a significar confín, límite o última frontera entre los territorios de estos dos pueblos prerromanos.

También es peculiar la forma de gobierno de los pequeños núcleos de población, por medio de los “concejos abiertos”, asambleas vecinales en las que estaban representadas todas las familias. Quizá esta tradición abocó a que en León precisamente se constituyeran las primeras Cortes  de Europa.

Con todo, la vida ordinaria, se basaba en una economía colaborativa, en muchos caos  de subsistencia, hasta bien entrado el Siglo XX, en la que se unían los vecinos bien para construir las casas, pastorear por turnos las veceras de ovejas o cabras en los pastos comunales, cortar la leña por “suertes”, recoger la hierba, “espalar” la nieve en invierno o tertuliar en las frías noches al lado de la lumbre en los hilandorios o filorios, donde se reunían los vecinos.

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